miércoles, 10 de junio de 2020

A veces llegan cartas



Cierto, a la hora menos pensada puede llegar un sobre blanco a tu buzón. En esas circunstancias he adquirido la extraña costumbre de coleccionar cartas que me envía la Academia Sueca. La primera que recibí fue en el año 2003. En dicha misiva me decían los académicos que ellos habían acordado en reunión ayudarme económicamente con la traducción y publicación de El árbol Yggdrasil, uno de los libros más bellos que he publicado con el sello Simon Editor. La mencionada obra trata de la caricaturesca mitología nórdica escrita por el erudito Alf Henrikson. Yo había echado a correr la bola que mi compatriota Ramón Latorre y yo habíamos traducido dicho libro pero que no lo podíamos publicar por lo costoso que eran los derechos de autor y sobre todo la impresión gráfica. La edición está ilustrada, tanto en sueco como español, por el famoso dibujante Edward Lindahl. Espero que algún día pueda escribir todas las agradables peripecias vividas con este singular libro del cual creo que todavía quedan algunos ejemplares en mi cuarto de san Alejo.


Pero no nos salgamos del camino. La segunda carta que me enviaron “los dieciocho inmortales” me sacó gotas salobres de los ojos y me abrió tantas puertas que llegué a pensar que el precio de mi exilio obligado estaba a paz y salvo. ¡Muérdanse el rabo, como las larvas rabiosas de los cucarrones, militares de Colombia!, quise exclamar, pero por fortuna me acordé de las ventajas que ofrece la modestia. Como sea, me acuerdo que era un día viernes cuando el sobre membretado cayó en mi buzón postal. La Academia Sueca me entregaba uno de los premios anuales, que suele anunciar pocos días después de haber dado a conocer el ganador del premio Nobel. ¡Mi labor de traductor de letras suecas era alabada por la entidad literaria de mayor prestigio en el mundo!  Una recomendación venía explicita en la carta. No podía contarle a nadie que yo era uno de los premiados del año sino hasta después de que la propia institución diera la noticia a la siguiente semana. ¡Uf, qué martirio en ese momento, no poder abrir las ventanas y gritar a todo pulmón lo que me estaba sucediendo! Pero por supuesto que ni yo mismo me conté de la sorpresa tan grande que la carta traía. Conmocionado obedecí las recomendaciones de la Academia Sueca. Eso sí, me pellizqué, y por fortuna no estaba soñando. El agradable suceso fue a finales de octubre del año 2004. La misiva venía firmada por el controvertido secretario permanente de la época, Horace Engdahl quien hace poco quedó de malas pulgas, ante la intelectualidad sueca, al asumir posiciones tibias frente a la famosa y profunda crisis de la respetable institución dadora del Premio Nobel de Literatura.
Después han seguido tres cartas más donde los académicos me dan a conocer que han decidido apoyar al Festival Internacional de Poesía de Jönköping, ciudad donde resido desde mi arribo a Suecia hace ya más de siete lustros. La primera de esas tres cartas venía firmada por la queridísima Sara Danius, quien lamentablemente falleció hace poco, dejando una honda pena en el alma sueca. Nunca antes en la historia de la Academia, fundada por el singular rey Gustavo el Tercero el 20 de marzo de 1786, una mujer había gozado de tanta querencia como la bella Sara Danius. En fin, la segunda carta venía con la rúbrica de Anders Olsson y la tercera con la de Mats Malm, actual secretario permanente.

El Festival Internacional de Poesía de Jönköping se lleva a cabo en el mes de septiembre cada año. Este evento de versos se ha convertido en el más popular de Suecia y ya vamos por la tercera versión. Sin los aportes tanto de la Academia Sueca como del Consejo Cultural (Kulturrådet) y de otras pequeñas instituciones, no sería posible llevar a cabo dicho encuentro. Este año, a pesar de la pandemia, decidimos echar a volar la música de los versos invitando a nueve poetas de diferentes partes del mundo pero que viven en Europa. Si todo nos sale bien, y aquí golpeó sobre la mesa de madera con los cóndilos de la mano izquierda, creo que podré seguir coleccionando cartas de la venerada Academia Sueca. Esa será la única colección de mi vida. Veremos cuántas logró juntar.

Víctor Rojas
Jönköping, 9 de junio de 2020