Cierto, a la hora menos pensada puede llegar un sobre blanco a tu buzón. En
esas circunstancias he adquirido la extraña costumbre de coleccionar cartas que
me envía la Academia Sueca. La primera que recibí fue en el año 2003. En dicha
misiva me decían los académicos que ellos habían acordado en reunión ayudarme económicamente
con la traducción y publicación de El
árbol Yggdrasil, uno de los libros más bellos que he publicado con el sello
Simon Editor. La mencionada obra trata de la caricaturesca mitología nórdica escrita
por el erudito Alf Henrikson. Yo había echado a correr la bola que mi
compatriota Ramón Latorre y yo habíamos traducido dicho libro pero que no lo podíamos
publicar por lo costoso que eran los derechos de autor y sobre todo la
impresión gráfica. La edición está ilustrada, tanto en sueco como español, por
el famoso dibujante Edward Lindahl. Espero que algún día pueda escribir todas
las agradables peripecias vividas con este singular libro del cual creo que
todavía quedan algunos ejemplares en mi cuarto de san Alejo.
Pero no nos salgamos del camino. La segunda carta que me enviaron “los dieciocho
inmortales” me sacó gotas salobres de los ojos y me abrió tantas puertas que
llegué a pensar que el precio de mi exilio obligado estaba a paz y salvo. ¡Muérdanse
el rabo, como las larvas rabiosas de los cucarrones, militares de Colombia!, quise
exclamar, pero por fortuna me acordé de las ventajas que ofrece la modestia. Como
sea, me acuerdo que era un día viernes cuando el sobre membretado cayó en mi
buzón postal. La Academia Sueca me entregaba uno de los premios anuales, que suele
anunciar pocos días después de haber dado a conocer el ganador del premio
Nobel. ¡Mi labor de traductor de letras suecas era alabada por la entidad
literaria de mayor prestigio en el mundo! Una recomendación venía explicita en la carta.
No podía contarle a nadie que yo era uno de los premiados del año sino hasta después
de que la propia institución diera la noticia a la siguiente semana. ¡Uf, qué
martirio en ese momento, no poder abrir las ventanas y gritar a todo pulmón lo
que me estaba sucediendo! Pero por supuesto que ni yo mismo me conté de la
sorpresa tan grande que la carta traía. Conmocionado obedecí las
recomendaciones de la Academia Sueca. Eso sí, me pellizqué, y por fortuna no
estaba soñando. El agradable suceso fue a finales de octubre del año 2004. La misiva
venía firmada por el controvertido secretario permanente de la época, Horace
Engdahl quien hace poco quedó de malas pulgas, ante la intelectualidad sueca, al
asumir posiciones tibias frente a la famosa y profunda crisis de la respetable
institución dadora del Premio Nobel de Literatura.
Después han seguido tres cartas más donde los académicos me dan a conocer
que han decidido apoyar al Festival Internacional de Poesía de Jönköping,
ciudad donde resido desde mi arribo a Suecia hace ya más de siete lustros. La
primera de esas tres cartas venía firmada por la queridísima Sara Danius, quien lamentablemente falleció hace poco, dejando una honda pena en el alma sueca. Nunca
antes en la historia de la Academia, fundada por el singular rey Gustavo el Tercero
el 20 de marzo de 1786, una mujer había gozado de tanta querencia como la bella
Sara Danius. En fin, la segunda carta venía con la rúbrica de Anders Olsson y
la tercera con la de Mats Malm, actual secretario permanente.
El Festival Internacional de Poesía de Jönköping se lleva a cabo en el mes de
septiembre cada año. Este evento de versos se ha convertido en el más popular
de Suecia y ya vamos por la tercera versión. Sin los aportes tanto de la
Academia Sueca como del Consejo Cultural (Kulturrådet) y de otras pequeñas
instituciones, no sería posible llevar a cabo dicho encuentro. Este año, a
pesar de la pandemia, decidimos echar a volar la música de los versos invitando
a nueve poetas de diferentes partes del mundo pero que viven en Europa. Si todo
nos sale bien, y aquí golpeó sobre la mesa de madera con los cóndilos de la
mano izquierda, creo que podré seguir coleccionando cartas de la venerada Academia
Sueca. Esa será la única colección de mi vida. Veremos cuántas logró juntar.
Víctor
Rojas
Jönköping,
9 de junio de 2020
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