Tabernáculo
Me niego a creer
que toda la estirpe de Israel
se
haya convertido en un asesino
con perdigones
por ojos
Un fratricida
que no respeta las edades de la vida
Un verdugo que
levanta muros en los desiertos
y
obedece ciegamente a dioses ebrios de venganza
Pongo en duda que
no haya voces que se aparten
Debe
haber
entre
los hijos de David
bondadosos
seres que hornean pan
y
sienten suyo el dolor del hermano
que pastorea
sus cabras al otro lado de la tapia
Debe
haber
nietos
de Rubén y Simeón
que
le cantan a la vida al frente de un lienzo
o
inclinados sobre una hoja de papel
atrapando
versos
o sentados
en las aceras del barrio
tocando
una flauta o rumiando ideas
Ellos
no creen que el asesino sea colectivo
Debe haber, digo,
una
hija de Judá o de Leví
que
en noches sosegadas
advierte
que las estrellas no tienen parcelas
que
es mejor ponerle el pecho a la caricia que a las piedras
Debe haber
semitas
que han metido en su cabeza
que
Sion ya no es la colina de los espíritus apacibles
sino
el parapeto del homicida
Debe
haber, vuelvo a decir,
tataranietos
de Dan, Gad y Aser
que
en sus huertos abren moradas a las semillas
y en
los días sin ayuno
adoban
tejas para adornar viviendas
Debe haber
otra
estirpe de Zabulón y Efraín
que
siente náuseas
del misántropo
disparar de sus congéneres
Ella
también se niega a creer que el asesino sea colectivo
Debe haber
herederos
de Benjamín
que
quisieran ver al otro lado de la muralla
a un
padre caminar desprevenido
de
la mano del más pequeño de sus hijos
Debe haber,
repito,
linaje
de Manasés y Neftalí
que
comprende que la vida es demasiado corta
y
más corta aún
para
quienes nacen en la mira de un fúsil
y
crecen en cunas de maderos sin cortar
Son
esas voces
cinco
o siete
tal
vez doce, una por tribu,
llamadas
a romper la complicidad fratricida
de
otras lenguas que el mundo habla
pero
nada dicen
Víctor Rojas
Jönköping, julio 18 de 2014
Tus palabras siempre tan lindas y claras, logran transmitir los sentimientos e impregnarnos de ellos. Besos
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